viernes, 20 de junio de 2025

Dios

 Yo solo creo en Dios.

Así, sin tanto alboroto.

Sin versículos recitados de memoria,

sin penitencias que me hagan andar cargando culpas que no son mías.

No voy gritando mi fe por las calles,

ni ando buscando aplausos por creer.

Dios y yo tenemos un acuerdo:

Él me acompaña en silencio,

y yo le agradezco cada día, aunque sea entre dientes.

No necesito una banca de iglesia para hablar con Él.

Le hablo mientras revuelvo el café,

mientras riego mis violetas o le hablo bajito a la luna.

Y cuando me truena una rodilla, también…

Ahí lo invoco, sin que me vea nadie.

No le pido milagros como si fuera cajero automático.

Le pido fuerza. Le pido paz.

Y a veces solo le digo:

Aguántame tantito, Diosito, que hoy me estoy desbaratando.


No tengo estampitas, pero tengo memoria.

Y en mi memoria hay días en que solo su presencia me sostuvo.

Tampoco tengo miedo al infierno,

porque he vivido dolores que ya lo parecen.


Yo solo creo en Dios.

No en quienes lo usan para juzgar o para asustar.

Creo en ese Dios que se sienta conmigo cuando lloro,

que me deja ser libre,

que no me exige perfección ni obediencia ciega.


El Dios que conozco no se ofende si me enojo,

si dudo, o si un día me levanto sin ganas de rezar.

Él sabe quién soy.

Y yo también sé quién es Él:

mi compañero fiel,

mi refugio,

mi silencio sagrado.

No necesito demostrarle nada.

Con vivir con el corazón limpio, ya basta.

Y así voy…

Caminando con Dios a mi manera.

Sin adornos. Sin ruidos.

Solo fe,

de la buena.

De la que no necesita testigos. 

Tomado de la red. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario